jueves, 15 de mayo de 2008

Mi alma dentro del hormiguero

A todos nos toca el día en que nos creemos sentirnos como una hormiga: Tan pequeña tan pequeña, que el mundo a veces no aprecia que existe en el mundo.

Sentirse hormiga es necesitar de los demás, necesitar de tu hormiguero. La vida de la hormiga gira en torno a un eterno retorno. Una sola no hace nada, en cambio, cuando están todas juntas pueden devorar lo que se propongan. Pero siempre está esa hormiga, que con una de sus patas rotas no puede seguir a las demás. Que con su pata rota ve en la lejanía las siluetas de sus compañeras en el horizonte. Ahí, sola y dejada a su suerte van pasando las horas y su mente estructurada ve una puerta por la que salir. Pero le da miedo, es mejor quedarse donde está esperando la señal de alguna de las otras hormigas.

Pasan los días y sigue están ahí, ierática ante vida. Ya no le importa que esa gota que va deslizándose por la hoja caiga en su cuerpo y la ahoge, por que ella ya está ahogada. Con sus ojos tenues divisa un bello paisaje. En él, ve a sus compañeras que están regresando de su expedición. Abre los ojos de par en par contemplando a su única esperanza. Intenta levantarse, pero esa maldita pata rota la tiene casi inmovilizada. Aún así, ella lo vuelve a intentar hasta que esa patita se desprende de su cuerpo mientras suena un diminuto alarido de dolor. Da igual, podrá estar de nuevo con ellas, nunca más estará sola.

Ya levantada, apoyandose como puede en el suelo, las espera con mucha ilusión. Se están acercando, cada vez más, ya están aquí. Pero, ¿que pasa? ¿Por que os vais? Estoy aquí, ¿es que no me veis?

No comformandose con creer en la realidad, se arrastra entre el polvo del suelo para poder lograr alcanzarlas. Ya es demasiado tarde, están muy lejos. Gasta hasta sus últimas fuerzas para seguir el rastro de las huellas.

Sola, otra vez sola y esta vez para siempre. Vuelve a tumbarse en el suelo, cerrando sus ojos lentamente. Una de sus lágrimas se mezcla con la última gota que se desplaza suavemente por la hoja. Llegó la primavera para ella, ya no estaría sola.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder, yo también quiero morir.

Pero la primavera ya está aquí, aunque todavía no haya caído esa gota. Poco queda.

Carlos dijo...

hola isabel, soy carlos de PERU. No se como responder a un comentario por eso lo hago desde aqui.

Gracias Isabel, aunque estemos lejos en la distancia, es bonito saber que el internet nos ayuda a estar cerca uno del otro y compartir muchas cosas. Gracias por lo de mis chachorros, tal vez tú tengas tus hijos, en todo caso me gustaria saber de ellos.

Un beso a la distancia

Carlos
nc31002@hotmail.com

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